20 ene 2011

Noche de un Insomne IV: El primer encuentro.

Capítulo IV: El primer encuentro 

Brian no había conseguido dormir en toda la semana, llevaba ya medio mes sin poder hacerlo. Tampoco habló mucho con Sofía ya que tenía que estudiar mucho para aprobar los exámenes y no tenía tiempo.

El viernes por la tarde, Brian estuvo leyendo las causas del insomnio. No comprendía porqué no podía conciliar el sueño. Por la noche, después de estar un par de horas intentando dormir en su cama, salió por la claraboya de la buhardilla, llegando al tejado, donde se acostó a observar las estrellas, la noche, el cielo oscuro invadido por bolas de fuego que lo adornaban.

El sábado por la mañana quiso tener un detalle con su familia, bajó a la cocina y les preparo un desayuno digno de reyes. Hizo tostadas con mermelada, croissants a la plancha, tortillas con caramelo y chocolate…
Cuando terminó, el reloj marcaba las diez en punto. Había preparado la mesa y decidió subir a su cuarto.
No tardó mucho en personas bajando las escaleras. Brian salió de su habitación y les siguió hasta el comedor, donde todos se sentaron donde hacían habitualmente y, sin decir palabra alguna, comenzaron a comer.

Brian se quedó de brazos cruzados, observando cómo disfrutaba su familia del elaborado desayuno. Cuando terminaron, se levantaron para ir al sofá, encender el televisor y quedarse embobados mirando programas basura. Todos excepto su madre, que miraba fijamente a Brian, aún sentada en su silla. Brian se giro y la miró. Parecía cabreada, no pestañeaba y eso a Brian le daba mala espina. Cuando se dispuso a preguntar la razón de su expresión, su madre se levantó gritando:

-¡¿Pero que te crees con esa estúpida sonrisa en la cara?!

Brian, se asustó pegando un bote mientras se preguntaba qué habría hecho esta vez.

-Pe…Pero ma..

-¡¡ NI MAMÁ NI LECHES! ¡SON LAS ONCE DE LA MAÑANA Y AÚN NO HAS RECOGIDO LA ROPA DEL TENDEDERO!!

-Porque… os… os estaba prepa…

-¡Y SEGURO QUE SI SUBO A TU HABITACIÓN SEGUIRÁ IGUAL DE DESORDENADA QUE SIEMPRE!

Brian empezaba a cabrearse, pero antes de contestar, metió los puños cerrados en los bolsillos y empezó a contar hasta diez. Mientras tanto, el resto de la familia abandonaba disimuladamente la sala.

Su madre seguía chillando, con quejas injustas sobre Brian.

-¡Y  SIEMPRE TE LO TENGO QUE REPETIR! ¡NUNCA HACES NADA BIEN NI VOLUNTARIAMENTE!

Brian no aguantó más, tuvo que gritar.

-¡¿Qué NO HAGO NADA VOLUNTARIAMENTE?! ¡¿Y ESO QUE ACABAIS DE COMER QUIEN LO HA HECHO, EL PERRO?!

¡Plas!

Brian abrió los ojos mientras se echaba una mano a la cara.

-¡No contestes a tu madre! – le grito su padre con tono imponente, mientras bajaba la mano lentamente.

Brian les miró con desprecio, se dio la vuelta, cogió un abrigo con las llaves y el móvil y se fue de su casa.

Comenzó a correr, todo recto, cruzando las colinas. No quería mirar atrás, no quería volver.Continuó corriendo. Unas transparentes lágrimas se deslizaban lentamente por su rostro.

Después de un rato corriendo, paró al toparse con una laguna, pegada a un campo de cultivo, impidiéndole cruzar hacia el otro lado.
Se sentó a la orilla, cerró los ojos y se limpió las lágrimas. Cuando descansó un poco, se acercó al agua, metió las manos y se echó agua por la cara. Levantó la cabeza y miró al frente.

Había un pueblo, no parecía muy grande a simple vista. Brian tardó un rato en darse cuenta que era el pueblo en el que vivía la chica del chat. Sofía.
Se metió entre los campos de cultivo y los cruzó hasta llegar al pueblo. Torció en la primera calle y la siguió hasta llegar a una plaza.

Brian paró en seco y observo la plaza. En el centro había una escultura abstracta a forma de monumento, a los alrededores había unos cuantos locales, excepto a los lados.
A la izquierda se encontraba un edificio, a simple vista parecía el ayuntamiento del pueblo. Al frente del ayuntamiento, había un edificio que le recordaba a un estadio de fútbol, pero la parte de arriba era igualita a la Ópera de Sídney. El edificio, pintado de un tono azul celeste, tenía un letrero sobre las grandes puertas: Auditorio Zachary James Baker.
Era lo que más destacaba entre los demás edificios. Brian se acercó a las taquillas donde había un cartelito no muy llamativo en el que anunciaban que las funciones de ese día eran completamente gratis.

Brian entró y se sentó no muy delante, esperando a que empezara la función. De repente, alguien le tocó el hombro, Brian se giró a ver quien quería molestarle.
El corazón golpeaba la caja torácica de Brian de una manera exagerada.Era Sofía, la chica del chat. A su lado, un chico de la altura de Brian se acomodaba en un asiento.

-Emm… No serás por casualidad… ¿Brian? – preguntó.

-Ah… Sí, sí. Soy yo – respondió Brian mientras una pequeña sonrisa nacía en su cara.

-¡No fastidies! –dijo y se abalanzó al cuello de Brian, abrazándolo y causando que éste se sonrojara.

 -¿Sabes quién soy, no?-preguntó mientras se separaba de él- ¿Qué haces por aquí?

-Ah... Claro, se que eres Sofía, ¿cómo no iba a saberlo? – respondió, estaba bastante nervioso.

-Bueno y ¿qué haces aquí?

-Eh…  Pues, nada. Me he venido a dar una vuelta por tu pueblo y he visto este auditorio y…

-Ejem –carraspeó el acompañante de Sofía.

-¡Uy! Casi se me olvida, éste es Adrian –dijo Sofía mientras asentía levemente a Brian.

-¡Ah! El que… Si, ya ya…

- Me ha invitado a ver un pequeño musical…

- Ya veo ya… -dijo Brian evitando mirar a ninguno de los dos a los ojos- Yo… me iba ya.

-¿Porqué? Si todavía no ha empezado la obra…

- Es que me estarán esperando en casa.- inventó Brian- Ya hablaremos después, ciao.

Brian salió lo más rápido que pudo, de camino a su casa.

-Lo que me faltaba, encontrarme al Adrián ese… - murmoró para si mismo.

Llegó a su casa cuando ya era de noche. Antes de subir a su habitación se sirvió algo de comida y un vaso de refresco.

<>

Encendió su ordenador y comenzó a buscar soluciones para su problema. Se pasó toda la noche indagando y lo mejor que encontró eran unas pastillas, que casualmente tenía en casa, pero no quería tomar ya que en el resguardo dejaba bien claro que podía causar la muerte.

Por la mañana, sobre las once, se conectó Sofía y no tardó en recibir un mensaje de parte de ella:
-Tenemos que hablar. Es algo importante que me ha pasado.

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